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Álvaro Pemper nació en Montevideo en 1965, de
modo que perteneció de lleno a la generación
educada en el seno del Proceso llamado Cívico
Militar que afligió a la República. Pemper cursó el
liceo entre 1978 y 1983, viviendo formalmente el
despertar de una cultura resistente que se llamaría
democrática tras la concreción de la primera
presidencia popularmente electa tras la dictadura,
en 1985.
Los años de aislamiento y distorsión de la
información a los que estuvo sometido el país,
marcaron la necesidad del surgimiento de
convicciones que ayudaran a entender los procesos
sociales y económicos, así como a la generación de
un proceso cultural que había estado estancado tras
más de una década de relegamiento y desidia. Una
ebullición, catalogable de novelería intelectual y
sensiblería política rápidamente abrumó las formas
públicas de expresión, y saturó los medios de
consignas y de estribillos alusivos a la libertad, que
eran festejados rabiosamente sin escrúpulo.
Si consideramos el impacto de la recuperación de
las libertades democráticas en la cultura y los
cambios ocurridos en el mundo durante los 80, es
fácil comprender la necesidad de buscar en el
universo local expresiones que nos situaran en el
mundo rápidamente, más allá de aquellas
expresiones que celebraban festivamente la
coyuntura histórica.
La plástica uruguaya fue particularmente pródiga
durante esos años, generando un fenómeno que -
aunque no ha sido sistemáticamente estudiado- fue
gruesamente definido como "la generación de los
ochenta". En esa generación confluyeron y
eclosionaron plásticos que se habían formado
sombríamente bajo la dictadura junto a una nueva
generación alumbrada en la transición. Hoy son los
nombres más importantes de la plástica
contemporánea, referentes ineludibles de la cultura
uruguaya que viven, sin embargo, huérfanos de
todo apoyo estatal en medio de una incuria política
incomprensible.
Álvaro Pemper pertenece a esa generación,
surgiendo públicamente en 1986 y desarrollando
una trayectoria singular centrada en la erótica, en el
desnudo femenino y en el culto al dibujo.
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Pemper se formó como dibujante en forma
autodidacta. Según sus palabras producía
"excesivamente descriptivas escenas monstruosas,
fruto de la devoción teratológica de un adolescente"
donde abordaba temáticas como el
hermafroditismo, la deformidad y la zoomorfosis,
dibujadas a lápiz con una minuciosa técnica y un
regodeo microscópico en el detalle. En el año 1995,
urgido por la necesidad de pintar pero
conscientemente cautivo por la técnica generada
por sus dibujos, decide ingresar a un taller -el de
Hugo Longa- para aprender los rudimentos de la
pintura.
Me di cuenta, un poco torpemente pero me di
cuenta, de que el predominio de la línea, de lo
lineal, consecuencia del trabajo con tintas o con
lápiz, me había encerrado un poco. Llegué a hacer
un dibujo muy maniático, muy detallista, y me daba
cuenta de que no había lugar para el color. Los
pocos intentos que había tenido de trabajar con el
color eran con acuarelas, y habían sido altamente
insatisfactorios. Entonces pensé que para ingresar a
una de las técnicas mayores, yo pensaba en ese
momento en el óleo, precisaba la apoyatura de un
taller que me enseñara básicamente técnicas, yo
estaba desesperado por aprender técnicas. Cuando
entré a lo de Longa me di cuenta que me faltaba
mucho más que eso. No era sólo una cuestión de
técnicas: era aprender a ver e intentar aprehender
un difuso conocimiento que sobrevolaba, que no se
aprendía con lecciones sino por una especie de
permeación o una ósmosis.
La figura de Hugo Longa, solitaria y enigmática ,
emerge hoy como la figura más singular de su
época. Muerto tempranamente, su carrera se cortó
en medio de una desenfrenada producción de una
pintura salvajemente dramática, atravesada por
fogonazos de sátira burlesca, en la cual el empleo
irrestricto del color y la violencia expresiva resultan
completamente innovadores dentro de la pintura
uruguaya.
Su taller vivió una etapa particularmente ebullente a
mediados de los ochenta, donde concitó la
atención, el elogio y también el rechazo. Pemper
ingresó a los 19 años y se formó durante un año
bajo su particular estilo de docencia. Pemper
recuerda que
El método de Longa era justamente la ausencia del
método y la crítica fundamental que se hacía desde
otros talleres y desde otros ámbitos era justamente
porque era libérrimo. O sea que si tu te
equivocabas te equivocabas feo; o aprendías o te
estrellabas. Eso te hacía estar alerta, porque no
había un dogma en el que pudieras descansar. Era
un tipo de magisterio que te obligaba a ir
confusamente, torpemente, elaborando tu rol de
discípulo, que es la forma natural en que tú te vas
cercenando la libertad que se te había otorgado. Y
esa decisión es la más importante, porque es
discriminatoria: la libertad te fue dada para que la
sacrifiques. Si no entendés eso te hundís en la
autocomplacencia.
En el taller de Longa, Pemper descubre las
posibilidades del collage como técnica,
inaugurando así una serie de trabajos con los
cuales se daría a conocer públicamente y una
técnica que exploraría a lo largo de tres años.
Cuando yo empecé a pintar en lo de Longa me di
cuenta que estaba demasiado atrapado; realmente
no había manera de que pudiera librarme del trazo.
Justamente el centro de la obra de Longa por
entonces era el collage. Hugo trabajaba con el
collage con papel y con telas, entonces yo empecé
naturalmente a tratar de experimentar con eso
porque además, no premeditadamente, resultó ser
una manera en la cual podía distraerme de la línea.
Al trabajar con el collage, vos trabajás con líneas
ajenas, ya fuera recortando figuras de fotografías o
incluyendo cosas derivadas del azar tras el corte de
la tijera. Eso te llevaba a que tuvieras que componer
las figuras ya no directamente con esa cosa tan
inmediata que es el lápiz, sino tratar de ir viendo a
dónde te llevaba el azar, en cierto modo.
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En 1989 Pemper abandona el collage retornando al
dibujo y, purificado tras el tránsito por el collage, a
la pintura. El dibujo minucioso de los orígenes dejó
paso a un predominio de la línea, una línea que
Pemper descubriría vinculada a la tradición de la
línea orgánica preconizada por el Art Nouveau.
Pemper encontró en el legado del Art Nouveau,
particularmente en la Secesión Vienesa, y en las
figuras de Klimt y Schiele una suerte de usina
generadora.
Cuanto más ahondaba en el conocimiento de esa
época, más vastos me parecían los caminos
trazados, insinuados y nunca continuados y más
inconcebible me parecía el desperdicio. Soy bien
consciente de las causas históricas que llevaron a la
cancelación de una sociedad que produjo ese arte,
pero mi mirada era una mirada tras un siglo, con
toda la distancia que eso implica.
En su muestra de pinturas de abril de 1989 en el
Cabildo de Montevideo, Pemper mostró grandes
pinturas sobre papel (200 x 150 cm) en las que
planteaba su primer abordaje a la temática
femenina: grandes figuras hieráticas que se definían
como burlescas alegorías (Alegoría del Encierro,
Alegoría de la Patria Guerrera) o como tópicos
femeninos de crueldad y muerte (Salomé). El
erotismo larvado en esas imágenes se tornó mucho
más explícito en 1991, en una muestra realizada en
el Museo de San Fernando de Maldonado junto a
Eduardo Cardozo y Fernando López Lage.
En ese año, Pemper se unió al Taller Buenaventura,
junto a Virginia Patrone, Carlos Musso y Carlos
Seveso, con los cuales le unía una profunda afinidad
estética.
En 1993 expone en el Club de la Pinacoteca,
mostrando los frutos de su perseverancia y los
resultados de su incursión en un tema que lo
obsesionara desde su infancia: la mitología clásica.
En palabras de Alicia Haber
Alvaro Pemper es un artista fuera de serie. No sigue
ninguna de las tendencias en boga; es en el
Uruguay de hoy una especie exótica que podría
clasificarse como neo-art nouveau o neo-
simbolista. (...) Sus expresiones siguen siendo
desacralizadoras, continúan sirviendo de aguijón,
prosiguen denotando angustias y mantienen
testimonios de conflictos profundos. (...) A.P. acude
a la mitología clásica para explorar los temas de la
lujuria, del sexo, del coito, de la muerte, del
erotismo cruel, de la pureza, de la impureza y de la
ascención a través del sacrificio y de la mutilación.
(Diario El País, 9 de julio de 1993)
En esta muestra se expusieron obras en gran
formato, como era tradición en Pemper hasta la
fecha, pero junto a éstas se exhibió una gran serie
de pinturas sobre papel en pequeño formato
centrada en el mito de Leda y el cisne. Esta serie fue
inaugural dentro de la producción del artista, ya
que nunca dejará de trabajar en pequeño formato
sobre papel, ya que le permitirá un manejo más
fluido y torrencial de sus ideas. Esto cambiará
también la óptica y la línea de Pemper. Ya no
recurrirá a la distancia generada por las alegorías
hieráticas, y el punto de vista se acercará y la línea
se regodeará con la descripción de la docilidad
erótica de la carne.
La óptica se tornará más intimista aún en su
participación en la muestra Quintaesencia que en
Galería Praxis de Buenos Aires reunió a Barea,
Patrone, Seveso, Musso y a Pemper. En este caso los
desnudos, contenidos en ámbitos íntimos, como
alcobas o baños, referían a procesos aún más
íntimos como la higiene personal, la masturbación
o la simple indolencia. Lo femenino cobra cada vez
más autosuficiencia, de modo que el espectador se
ve convertido en un involuntario voyeur.
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En el año 1995, Pemper se embarca en dos
proyectos relacionados con el dibujo, disciplina que
defiende y exalta desde sus orígenes. Una muestra
individual, Anástasis, en la Alianza Uruguay-EEUU,
donde se centra en la figura de una niña, Anastasia,
la hija asesinada del fusilado Zar de Rusia. Dijo
Pemper por entonces que
El tema es la recuperación del cuerpo de la Princesa
Anastasia de Rusia. Es arduo, es delicado, se trata
de recuperar el cuerpo de una casi niña de 14 años
que fue fusilada en el año 1917. La muestra va a
constar de distintos dibujos sobre el cuerpo
desnudo de esa niña. Una pequeña resurrección.
Apenas eso.
(A.P. en entrevista con A. Torres, Brecha, setiembre
de 1995)
En esa muestra Pemper jugó con un espacio
inmaculado, blanco, donde los grandes dibujos se
fundían sin enmarcado sobre la pared. El resultado,
tras el peso sobrecogedor de la historia, era el de
una suerte de tabernáculo donde se veneraba la
inocencia. Dice Alfredo Torres que
Instaura la pérdida del cuerpo inocente, sin
redención, sin expiación posible. No es mártir, no
es compensada con la santidad institucional, es
apenas un nombre en una página tempestuosa de
la historia humana. Quizás por todo eso es que
Pemper decide darle una resurrección física al
virtualizar su cuerpo en la imagen dibujada. Quiere
concederle su personal redención. Y para ello la
transforma en mito. (A. Torres, ibid.)
La segunda muestra centrada en el dibujo,
Eutrapelia, se exhibió en el Museo Blanes, donde
junto a Virginia Patrone exhibieron un conjunto
bocetos y estudios previos, en una exposición que
contó con la curaduría de Gabriel Peluffo. Bocetos
correspondientes a varias épocas, todo ese trabajo
de taller que nunca se ve y que muchas veces se
pierde, ese fue el corpus de esa muestra sin
precedentes, que mostraba la mecánica de un taller
y la inmensa vitalidad del dibujo como herramienta.
En palabras de Peluffo, el dibujo
...se convierte en un hecho autónomo, vivo, que
desnuda el proceso de la idea (el de su génesis
intencional) y revela impúdicamente un teatro de
apuestas e indecisiones encubierto tras el telón
autoritario de la pintura, como realidad acabada.
(...) Un dibujo que, utilizado a modo de bozzeto
académico, es decir, con un sentido preparatorio y
proyectual, alcanza notoria independencia como
sistema expresivo.
A partir de ese año, Álvaro Pemper no realizó más
exposiciones en Montevideo por un espacio de seis
años, con la excepción de obras participantes de
salones montevideanos, que le reportaron el Premio
Municipal en el Salón de 1998.
En 1997 exhibió pinturas junto a Virginia Patrone
en la Galería Sur de Punta del Este. La generosa
exposición permitió desplegar una coherente
selección de lo trabajado pictóricamente en los
“años del dibujo” (1995-1996). Lo insinuado en la
exposición del Club de la Pinacoteca cobró
sustancia y se afirmó en una segura pintura,
íntimamente anclada en profundas geometrías y
substancialmente erótica. La serie de Leda y el
cisne, iniciada en 1993, alcanza su apoteosis y su
necesaria conclusión. Quizás la faceta lúdica de su
primera emergencia se ha visto disminuida, dejando
lugar a un pathos que era, inicialmente,
impensable. Junto con esa nueva complejidad, es
necesario apuntar el refinamiento de sus dotes de
dibujante, como constata el crítico Alfredo Torres:
(…) una vez más, Pemper vuelve a ratificar sus
notables dotes como dibujante; fuera y dentro de la
pintura.
Y acota:
Para Pemper la mujer es el luminoso objeto del
deseo. La vecindad del paraíso, el reverenciado
jardín de las delicias.
(…)
Sin embargo, su mirada displicente instaura el
secreto, lo que no se exhibe, lo que se oculta. Es
decir, lo místico. La pintura parece haber madurado
de manera considerable.
(Alfredo Torres, Posdata, enero 1997)
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En febrero de 2000 exhibe una selección de obras
que abarcaban desde grandes pinturas sobre papel
realizadas para la Bienal Vento Sul (sólo exhibidas
en Brasil en el año 1996) hasta obras recientes que
inauguraban nuevas series y caminos, como la Serie
de las Contorsionistas, en la Galería La Oriental de
Manantiales, Punta del Este, Uruguay.
En 2001, tras seis años sin exponer en Montevideo,
el Club de Arte dirigido por Silvia Listur y la
Asociación de Artistas Plásticos de Uruguay
organizan una exposición de sus pinturas en el
Molino de Pérez. Allí exhibe la Serie de Las
Contorsionistas, en las que venía trabajando desde
fines de 1999, un tema que había definido como
“un arabesco de la erótica”.
Entrevistado por Gustavo Laborde, declaró:
El tema básico es la erótica, una disciplina que tiene
que ver con el misterio. Todo lo que se genera a
partir de la erótica es porque no se entiende la
atracción, lo que motiva el surgimiento del clto a la
erótica supone un misterio que no se alcanza jamás
a comprender. Se persigue una respuesta que jamás
se alcanza y que cada vez está más lejos. Cuanto
más respuestas, más lejos se está de la explicación.
(…) Es uno de los pocos misterios que nos quedan y
uno de los más compartidos.
(Diario El País, julio 2001)
La meditación erótica suscitada por el cuerpo
femenino vuelve a ser el tema privilegiado en esta
muestra.
En esta muestra presenta la Serie de las
Contorsionistas, en la que el artista exaspera la
Erótica deformando con belleza el cuerpo con
diversos arabescos. Pemper busca y logra una
estructura que se cierra sobre sí misma y propende
a “una lectura circular e hipnótica, ofreciendo y
ocultando con desborde y descaro”, tal como él
msmo lo define.
(…)
En ocasiones la genitalidad queda a la vista, sin
agredir, sin vincularse a la temible vagina dentada
de los surrealistas, sino como órgano de hermosura
(…) acentuando lo orgánico y lo femenino.
(Alicia Haber, Diario El País, agosto 2001)
La exposición reunía 11 obras sobre papel,
ejecutadas entre 2000 y 2001, y una gran tela que
ejercía, ambivalentemente, de corolario y elemento
detonante, de acuerdo a cómo el espectador
organizara su lectura de lo exhibido. El conjunto
era, últimamente, indivisible, un todo
absolutamente interrelacionado, húmedamente
entretejido. Como se apunta en el siguiente párrafo:
Hay una gran densidad lúbrica en estas pinturas,
donde el tono subido de la paleta se suma al
erotismo de las poses hasta conquistar los motivos
ornamentales de fondo, homenaje vegetal a un
mundo que promueve la fecundidad y la
voluptuosidad sin límites.
(Pablo Thiago Rocca, Semanario Brecha, agosto
2001)
En noviembre de 2001 obtiene el Gran Premio
Municipal de la ciudad de Montevideo, con una gran
pintura que continuaba y se demoraba en el espíritu
insinuado en esa exposición.
En ese mismo año, y junto a otros 11 artistas, crea
el grupo de Talleres del Mercado, un conjunto de
talleres autogestionados abiertos al público en la
Ciudad Vieja de Montevideo. El grupo estaba
integrado por artistas cogeneracionales, de diversa
extracción y formación, unidos por la extensa
trayectoria y la permanencia antes que por
similitudes o escuelas.
Frente a la crisis hay opciones. Una de ellas es
buscar caminos que se apoyen en la iniciativa
grupal privada y se aparten del trillado recurso de
pedir ayuda a las desfinanciadas organizaciones
públicas. deseando proyectarse tanto en este medio
como en el exterior, doce creadores de primer nivel
están desde hace un tiempo generando iniciativas
propias.
(Alicia Haber, Diario El País, marzo de 2004)
El colectivo de artistas promovió y realizó, en 2003
y 2004, 12 muestras en Europa en las que se
exhibieron 120 obras, muchas de ellas de gran
formato, en Munich, Frankfurt, Berlín, Viena,
Barcelona, Cadaqués y París, demostrando que era
posible organizar -conlos escasos medios que
derivan de la autogestión- una difusión adecuada
del arte contemporáneo uruguayo, tarea para la
cual el estado uruguayo se ha mostrado, desde
hace largas décadas, por siempre omiso. La
administración no entendió necesario apoyar el
emprendimiento, ni tampoco aprender de él.
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A principios de 2004, Pemper emigra a España,
radicándose inicialmente en Barcelona. Entre junio y
octubre de ese año, genera junto a Virginia Patrone
otra experiencia de taller abierto al público en el
barrio del Born, en Barcelona, donde expande y
multiplica una serie de pequeñas pinturas sobre
papel iniciadas en Montevideo, La serie de las
cabezas, en las cuales despliega una tarea de
scriptorium, en la que, cual iluminador medieval,
trabaja con variada técnica (acrílicos, lápices de
color, tintas, pasteles oleosos, ceras) en la
descripción de la cabeza femenina, en una serie que
(…)pretendía en sus inicios agotar las posibilidades
de descripción del perfil imaginado. Todo comenzó
como un juego, ajeno a las dimensiones ulteriores.
Pronto entendí que estaba ante una suerte de
laberinto infinito, o de una hidra, para ser más
exactos, y que el final no existía. Hoy es casi un
laboratorio, además de ser una suerte de catálogo,
un punto de encuentro de ideas y de fabulaciones,
una ventana siempre cambiante donde me relaciono
con el rostro, ese gran exudado de la memoria.
En 2005 se traslada a Madrid.
En octubre de 2006 exhibió en la Galería del
Espacio Sinsentido, en Madrid, los grafitos de La
serie Negra, su producción más reciente. En 2003,
Pemper había comenzado su trabajo en los dibujos
de esa serie, grafitos basados en la descripción de
torsos atormentados por cicatrices y amputaciones,
y que tienen su remoto precedente en una serie de
pinturas del año 1992 que representaban la
mutilación de los miembros como metáfora de una
oscura ascención y purificación.
Los dibujos -realizados entre 2003 y 2006-
describen, con una cuasi fría óptica anatómico
quirúrgica, una colección de cicatrices y
mutilaciones que oscilan entre lo terrible y lo
tocado por la gracia.
Dice su propio autor:
Nos ha sido dado este cuerpo, y más allá, la
condenación o la gloria. Pero antes de ese destino,
¿qué hay? Un cuerpo que puede perder su entereza,
que puede, tajeado y sajado, subsistir aunque no
perdamos la vida. Damos por sentados los brazos,
pero ¿qué sería de cada uno de nosotros en caso de
perderlos? ¿Nacería acaso una nueva belleza, una
belleza subyugada, una belleza menor? Y con
respecto a las partes blandas, ¿qué es un tajo en
esas carnes, tan a menudo olvidadas, ceñidas por el
cinturón, contempladas vagamente de perfil
mientras consentimos vestidos y pantalones? Un
tajo, una grafía quirúrgica, la grafía de la
mutilación. Una grafía imprevista, que modifique el
arcano paisaje. Hay una belleza en todo lo creado,
eso es claro. Cuerpos humanos, fieras encogidas en
su salto, caracolas, insectos bellamente simétricos.
Pero ¿hay una belleza en lo modificado? Si hay un
Dios rector, más allá de un Creador, cada tajo, cada
pérdida de la forma, también será a Su imagen.
Quiero creer eso, más allá de otras cosas.
Estos dibujos buscan, vagamente, casi a ciegas,
encontrar una armonía en lo enormemente
antinatural. Cicatrices, miembros perdidos,
miembros adicionados. Todo obedece a una oscura
topografía no creada, sino que modificada. Dios nos
absuelva, a mí, y a todos.
(Á.P., en entrevista con Miguel Ángel Pacheco,
octubre de 2005)
Paralelamente, Álvaro Pemper trabaja en varias
series y proyectos coexistentes.
En 2009 exhibe parte de una de esas series, las
Cabezas, una serie de pinturas sobre papel en
pequeña escala, en la Galería del Paseo, Punta del
Este, Uruguay.
Jeremy Roe, Research Fellow de la Universidad de
Nottingham, ha observado que
Las cabezas-camaleón de Pemper son vívidas
evocaciones del origen de la mutabilidad de la
humanidad; más allá de las tumbas patriarcales de
los Olímpicos, la Antigua Diosa mira a través de los
ojos de las cabezas que cuelgan delante nuestro. La
Diosa vuelve a vivir bajo la apariencia de sus
hierofantes, a través de las cuales ella atestigua las
transmutaciones humanas a lo largo de vidas
enteras y obser va nuestras elecciones, devociones,
sacrilegios, sacrificios y desacralizaciones. La
búsqueda continua de Pemper en la figura humana
y su dialéctica de materia y espíritu, su mutabilidad,
esto es, sus placeres, sus dolores, su presencia,
llevada a cabo por medio de la pintura y la línea, lo
conducen inevitablemente al mito.
(Jeremy Roe, ensayo introductorio a la exposición,
febrero de 2009)
A fines de 2009 se radica en Barcelona.
En marzo de 2010 exhibe Los sueños de la caja del
cerebro, pinturas de la Serie de las Contorsionistas,
en la Malt Cross Gallery, Nottingham, UK.
La serie, comenzada en 2000 como unas pequeñas
pinturas sobre papel, se transformó en un tema
recurrente y muchas veces monopolizante, un
punto de partida y de regreso para una vasta
disquisición pictórica sobre la Erótica, y que muchas
veces funcionó como un extraño contrapunto a las
ascéticas mutiladas de la Serie Negra.
Las contorsionistas, el otro gran tema que me
ocupa en estos momentos, son casi el reverso de
una medalla: cuerpos intactos ensayan poses no
conformes al canon. Podría casi decirse que emulan
la mutilación y lo deforme, casi escenificando una
parodia de la pérdida de la uniformidad otorgada.
Técnicamente, el abordaje es muy distinto: son
pinturas sobre papel y sobre tela, donde el color es
absolutamente protagónico. A diferencia de la Serie
Negra, aquí los rostros son evidentes y también
protagónicos, al mismo nivel que los miembros
contorsionados: en cada pintura hay una intención
de contener la mayor cantidad de cuerpo posible,
de modo que la contorsión queda contenida a su
vez en un espacio celdario.
(en entrevista inédita con la revista Supererótica,
Montevideo, noviembre de 2008)
La exposición en Nottingham sufrió un intento de
censura por parte del consejo de administradores
de la galería, de modo que una semana tras la
inauguración la muestra fue clausurada
unilateralmente por parte de Pemper.
Esas mismas obras se exhibirán el 18 de marzo de
2011 en la sala del Espacio Infame de Barcelona. A
propósito, Jeremy Roe comenta que
Es singularmente fuerte en el compromiso crítico de
Pemper con el género del desnudo la distancia que
guarda con respecto a cualquier simple
naturalismo. Algunas veces los cuerpos que
representa se mezclan con el la intrincada y
elegante decoración, el plano de la pintura titila
otra vez cuando las figuras flotan en el espacio al
tiempo que nunca reniegan de su presencia como
arte, línea, color sobre tela.
(…)
El arte -especialmente la pintura, y una obra como
la de Pemper- desafía las condiciones visuales del
cuerpo desnudo que vemos en la calle, las páginas
y las pantallas que nos rodean. Las contorsionistas
no se mueven, flotan ante ti absorbiendo tu mirada,
y por lo tanto, confrontándote contigo mismo en
vez de meramente distraerte con una miríada de
encantos baratos y falsas delicias celestiales. Es su
presencia y la firme reciprocidad de tu mirada la
que construye una intervención artística en la idea y
el pensamiento actual acerca del cuerpo.
(Jeremy Roe, Las Hijas de Eurídice, ensayo analítico
para la exposición, marzo de 2011)
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Álvaro Pemper ha obtenido numerosos premios y
menciones, entre los que se destacan el Gran
Premio del Salón Municipal de Montevideo (2000),
el Primer Premio en el Salón Municipal en dos
ocasiones (1987 y 1998), el Primer Premio en la
Bienal de Plásticos Jóvenes de 1989 y el Gran
Premio 80º Aniversario de UTE en 1992.
Representó al Uruguay en la Bienal de Cuenca,
Ecuador (1994), en la Bienal de Valparaíso, Chile
(1994), en la muestra VENTO SUL, Brasil, (1996, Río
de Janeiro, Brasilia, San Pablo, Sta. Catarina, Porto
Alegre) y en la 7ª Bienal Chandon, Salón de la Joven
Pintura, Buenos Aires, Argentina (1999)
Sus obras se encuentran en la colección del Museo
de Bellas Artes Juan Manuel Blanes, Montevideo, en
la Pinacoteca del Palacio Legislativo de Montevideo
y en colecciones particulares uruguayas y
extranjeras. A partir de 1994 sus obras están en
exhibición permanente en la COLECCIÓN
ENGELMAN-OST, en Montevideo.
Fuente: http://www.alvaropemper.com/
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